viernes, 18 de noviembre de 2011

Ponencia de Ivonne Bordelois

Una conferencia interesante sobre cómo somos hablados por el lenguaje. Referida al discurso médico.
Ivonne Bordelois es una poeta y ensayista argentina. Se doctoró en lingüística (MIT) con Noam Chomsky y ocupó una cátedra en la Universidad de Utrecht (Holanda). Recibió la beca Guggenheim en 1983. Ha escrito varios libros, entre los cuales El Alegre Apocalipsis (1995), Correspondencia Pizarnik (1998), Un triángulo crucial: Borges, Lugones y Güiraldes (1999, Segundo Premio Municipal de Ensayo 2003), y La palabra amenazada (2003). Ivonne Bordelois ganó el Premio La Nación-Sudamericana 2005. "A la escucha del cuerpo", "Etimología de las pasiones" y "El silencio como porvenir" son sus últimos libros publicados en la editorial Libros del Zorzal.









viernes, 14 de octubre de 2011

Videolibro LSA TENER UN PATITO ES ÚTIL

Videolibros Virtuales en Lengua de Señas Argentina (LSA) es un proyecto desarrollado por Canales. Se trata de la creación de un sitio web en la que las niñas y niños sordos de nuestro país encontrarán 15 libros infantiles leídos por personas sordas en su lengua, la LSA.

Cada uno de los libros se acompaña de un video con curiosidades, propuestas o actividades para hacer después de la lectura y tiene voz en off con el objetivo de reunir a sordos y oyentes en torno al placer de leer.
Página Web: http://www.videolibroslsa.org.ar/



 

jueves, 13 de octubre de 2011

Los poetas nos siguen hablando...

Tomas Tranströmer recibió recientemente el Premio Nóbel de Literatura. Comparto un poema en el que cuenta sobre el lenguaje. Y escribe desde el silencio ...
Siete años después de que sufriera un ictus que le paralizó la mitad derecha del cuerpo y le provocó una afasia, que afectó a su capacidad para hablar, trazó un poema que descubre sus intenciones e intereses:

DE MARZO DEL 79’ (1983)


"Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras, pero no lenguaje

parto hacia la isla cubierta de nieve.
Lo salvaje no tiene palabras.

¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!

... Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.

Lenguaje, pero no palabras."

viernes, 16 de septiembre de 2011

Poesía y palabras

Del Poeta argentino Osvaldo  Aguirre (Colón, Entre Ríos, 1964).
La obra pictórica, "Las palabras de la tierra II", es de un artista contemporánero español: Francisco Gonzho.


De Tierra en el aire



Rompe
las palabras,
dice,
no rompas
el silencio.
Las palabras
secas y compactas,
las que trenzan
sus raíces
cuando alguien
las escarba,
las más pesadas,
y sean
sin maleza,
negras.
A golpes
de pala o rastrillo
rompe
la piedra y el musgo,
dice,
el campo desnudo
de junio
y las sofocantes,
las que sudan
en enero,
las mudas sin luz
ni agua,
y sean
cauce abierto,
ramas nuevas
de silencio.
***
Vamos a guardar,
dice, las palabras
del hogar,
allá,
las que vienen
y van,
las de llamar
a los perros de caza
y de vigilia, dice,
las que dan
mejor abrigo.

Tierra muerta
en la lengua.

Y dice:
porque el día cierra
y el frío,
porque el viento golpea
en todas las puertas.

Vamos a guardar,
a guardar bien,
que no se pierdan
las de ir descalzo en el barro
o la escarcha,
las de hacer fuego
la noche entera,
las que vienen
y van,
vienen y van,
allá,
en el rastro
del arado que borra
el viento.

Lengua muerta
en la tierra.
***


miércoles, 14 de septiembre de 2011

miércoles, 29 de junio de 2011

La palabra del diagnóstico

Una amiga fonoaudióloga me hizo conocer este video pidiendo que lo haga conocer.
Seguramente hay muchas puertas para entrar al análisis del diagnóstico. Yo pensé en la palabra. Es que, así como la voz necesita de un espacio con moléculas para propagarse, la palabra en su viaje tropieza y rebota con muchas otras palabras. Por eso nuestros enunciados no están solos, siempre llevan una resonancia del valor que se les atribuye y desde luego emotiva.
Alguna vez llegaron a mi consultorio padres que llevaban en la mano una receta, firmada por un neurólogo, que decía: "I/c fonoaudiología, diag: TGD". Los papás habían gogleado esa sigla. Combatieron, rechazaron, objetaron, sucumbieron, con todas las otras palabras que rodearon a "TGD".
Por eso: ¿qué lugar tiene la palabra del diagnóstico? ¿Qué es ese proceso de diagnosticar? ¿Su fin es arribar a una verdad, a una palabra? ¿Qué instrumentos, si los hay, debemos utilizar?
Aquí el video:


miércoles, 13 de abril de 2011

De las tecnologías

Eduardo Galeano, en su libro "Espejos", nos cuenta:
"Unos cinco mil años antes de Champollion, el dios Thot viajó a Tebas y ofreció a Thamus, rey de Egipto, el arte de escribir. Le explicó esos jeroglíficos, y dijo que la escritura era el mejor remedio para curar la mala memoria y la poca sabiduría.

El rey rechazó el regalo:
—¿Memoria? ¿Sabiduría? Este invento producirá olvido. La sabiduría está en la verdad, no en su apariencia. No se puede recordar con memoria ajena. Los hombres registrarán, pero no recordarán. Repetirán, pero no vivirán. Se enterarán de muchas cosas, pero no conocerán ninguna."

Así, en algunos casos, las nuevas tecnologías nos producen temor y las rechazamos de plano sólo por ser nuevas. Nos resistimos a incluírlas en los consultorios, en las aulas y las culpamos del escaso hábito por la lectura, de los errores ortográficos... ¿No será cuestión de mirar en ellas nuevas formas, nuevos géneros discursivos?
Adjunto dos videos para discutir sobre este tema. Siempre desde el buen humor, la risa que, como decía Bajtín: "aniquila el miedo y el respeto piadoso ante el objeto, ante el mundo, hace de él un objeto de contacto familiar y plantea en esa forma las bases para un examen absolutamente libre."




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jueves, 17 de febrero de 2011

Un punto de vista psicoanalítico

Este es un texto extractado del trabajo "De la palabra, su silencio" del Psicoanalista Daniel Ripesi.
¿Cuántas miradas se necesitan para abarcar el lenguaje?

"Para el psicoanalista Donald Winnicott (especialmente en su artículo “Objetos transicionales y fenómenos transicionales, primera posesión no-yo”), los cuidados maternos son responsables de que el aparato psíquico del bebé inscriba un silencio primordial; un silencio confiable para sostener las palabras; un silencio cuyo destino no será devenir hostil a la palabra sino, por el contrario, ser punto de apoyo de todo futuro decir que tenga vocación de diálogo. El silencio que se hereda de los cuidados maternos nutre toda posible elocuencia en un futuro parlante. Si Lacan llegó a decir que lo que un bebé chupa del pecho de la madre son significantes, habrá que advertir que esta posibilidad depende de haber chupado de la teta, en un primer momento, un silencio primordial. En la estructuración del aparato psíquico del bebé, la madre deviene metáfora de ese silencio primordial, lo cual es una cualidad esencial de su quehacer. Este silencio se transmite en el hacer materno durante el período de dependencia absoluta del infans.


La madre le habla a su bebé todo el tiempo: le canta, lo reta con indulgencia, le festeja cada gesto, lo nombra, en fin, le dirige una palabra que lo va constituyendo como sujeto mucho antes de que verdaderamente se haya integrado con una presencia y una intención frente a ella y al mundo. Pero –y para Winnicott esto es esencial en el desarrollo psíquico normal del bebé–, en una hipotética primera mamada, hay una pregunta que la madre no debe formular: “Este pecho que estás chupando, ¿es tuyo o es mío?”. Es que cuando el bebé chupa la teta (lo cual resume, de un modo muy esquemático, la presencia de la madre con sus cuidados, es decir, lo “poco” de madre que un bebé puede disfrutar y soportar), debe tener la sensación de que es él mismo quien crea la teta y no que se la está dando otro ser humano.
Winnicott indica con esto que, en los primeros intercambios madrebebé, la madre no inquiere quién es el “verdadero” propietario de los objetos que circulan entre ellos: sólo muy delicadamente lo introducirá en el reconocimiento de una deuda con el Otro. La madre no formula la pregunta y, también, se abstiene de afirmar alguna respuesta en este sentido (porque es sólo en apariencia que el pecho es verdaderamente de ella).
Este silencio que la madre debe guardar, difícil y tenso (ella está todo el tiempo muy tentada de que se le agradezca lo que “da con tanto sacrificio”), atenúa el sentimiento de una deuda difícil de inscribir en el infans; introduce, como germen de la subjetividad, la dimensión de una duda. La madre permite la experiencia de una duda pensable para el bebé, pero imposible de ser respondida con certeza, porque la experiencia con el pecho, para que la madre pueda “darlo” y el bebé “recibirlo”, supone que –a partir de cierta cualidad en los cuidados maternos– el bebé pueda vivir una paradoja: “Este pecho no es ni tuyo ni mío, pero es, al mismo tiempo, tuyo y mío”.
Si la madre diera la teta de un modo demasiado atado a su capricho narcisista y alejado de la necesidad de su bebé, este primer objeto de intercambio le llegaría al bebé como algo excesivamente ajeno a sus gestos, como algo demasiado extraño y muy alejado de sus expectativas y capacidad de creación. La madre pone el pecho en el extremo de un grito desesperado que es un gesto creativo, un hipotético primer grito del bebé que la convoca a un hacer incierto y riesgoso, un grito que encuentra-crea el mundo y, para empezar, a la propia madre.
Cuando Winnicott habla de una “madre suficientemente buena” alude a una mujer que, sin angustiarse demasiado, puede dejarse tocar por ese grito sin sujeto, puro gesto espontáneo, y sostenerlo con una cierta cualidad de su silencio que lo transformará en palabra. El grito inventa a la madre, y el pecho que ella le da, a un niño. Siempre hay un fondo de grito en cada palabra.
Sin embargo, por más esmero que ponga una madre, la teta siempre llega un poco antes o un poco después de la expectativa justa del bebé, más tarde o más temprano; pero dentro de cierto margen tolerable. Este variable desajuste es lo que abre la dimensión de una duda en el bebé, pero como se trata de un margen tolerable, la duda se soporta y la pregunta “¿es tuya o es mía?” no exige respuesta. No es necesario saber, se puede permanecer en la duda.
Si la madre quisiera ser un poco mágica, si se esmerara en ser absolutamente puntual y devota (“con su pecho”), si propusiera una teta siempre oportuna, una que no somete a espera alguna, la pregunta no se formularía, pero tampoco se abriría la dimensión de una duda tolerable. El bebe no sería cuestionado por una pregunta pero estaría irremediablemente confinado en un delirio: “Todo es producto de mi creación”.
El silencio en el quehacer materno contiene la economía tensa de una pregunta retenida; la madre querría quizá que se le agradecieran los servicios prestados, aborrece un poco a ese ser tiránico y demandante que toma todo sin reconocer nada, ella obligaría desde muy temprano a su hijo a decir “gracias”, a reconocer una deuda que lo agobiará toda la vida.
Hay que advertir un detalle importante: el objeto-teta, que parecería ser “de” la madre y concedido por su obra y gracia, sólo puede ser donado por una madre que también reconozca, en ese movimiento de donación una deuda subjetiva: desde el vamos, lo que torna simbólico al objeto “teta” (y simbólico implica aquí, también, que alimente), es que la madre sólo puede dar un pecho cuando ese objeto deja de ser suyo y pasa a ser creación de su hijo. La madre “posee” un pecho sólo si admite no ejercer sobre él ningún dominio absoluto. La madre sólo tiene un pecho cuando el bebé puede crearlo. La madre le debe a su hijo que su pecho posea valor simbólico. En suma, la madre sólo es dueña de un pecho cuando puede perderlo en beneficio de la creación que de éste hace su hijo. Del lado del infans, el pecho es su creación en tanto le sea dado; de lo contrario, se queda pataleando en un campo meramente alucinatorio.
La madre articula un silencio, entonces, que deriva de los cuidados maternos como modulación de su presencia. O, mejor al revés, su presencia es, en todo caso, la modulación de un silencio que oscila entre perderse en preguntas infortunadas o perpetuarse en mutismo absoluto. Es esta presencia, tensión de un silencio que amenaza interrumpirse, que depende de una palabra apenas retenida, lo que un bebé asimila de ella mucho antes que el valor significante de sus palabras articuladas en un discurso.


Con otros


La capacidad de dialogar con otros sería la de poder compartir con éstos, a partir de las palabras, cierto silencio primordial que se subtiende en el discurso; sólo así se soportan las disidencias y se puede jugar con las diferencias. La significación de un discurso se juega en una transicionalidad que oscila entre la sonoridad de la palabra y su reposo absoluto en el silencio. Habita siempre un silencio en la palabra y un decir en el silencio. Cuando esta tensión es bien soportada por el aparato psíquico, se pueden considerar (clínicamente) las diversas articulaciones significantes del deseo que se inscribe en el habla; sólo entonces.
También es cierto que, cuando finalmente se ha optado por comenzar a hablar, siempre hay algo más que decir, algo que agregar a lo ya dicho, pero esto no señala una insuficiencia de la palabra. Lo que sucede es que siempre se impone un retorno al silencio, a un silencio desde donde relanzar el discurso. Parecería que la palabra retoma allí sus bríos, su esperanza de alcanzar una expresión cabal.
No hay enemistad –no en la salud, por lo menos– entre el silencio y la palabra. El silencio no se reduce a un mero no decir, y la palabra proferida no se agota en lo que aparentemente hace audible y “comunica”. Cuando alguien calla una palabra, puede hacer oír el silencio en su versión más descarnada; el silencio, cuando se lo rompe con palabras estridentes, retorna por las grietas. Pero, en la enfermedad psíquica, palabra y silencio están disociados y en rebeldía.
No hay que confundir el silencio con el mutismo, ni la palabra con el ejercicio estéril del parloteo. La virtud de la palabra –si se la toma como una heredera privilegiada de lo que Winnicott llamó “objeto transicional”– no busca negar o subsanar el silencio, sino prolongarlo, recuperarlo, y, sobre todo, decirlo de algún modo; y para ello debe incorporarlo al decir.
Winnicott plantea que la comunicación sonora se inicia cuando la comunicación silenciosa falla. Maurice Merleau-Ponty plantea que la palabra busca expresar un sentido que el silencio anhela pero que nunca puede alcanzar del todo. La primera impresión que nos causan estas reflexiones nos puede llevar a engaño: podrían sugerir que la palabra se alza en los límites del silencio como una evidencia de su fracaso. La palabra señalaría –según esta perspectiva– la incapacidad del silencio para ilustrar a otros los propios pensamientos. Esto puede ser sólo parcialmente cierto: la palabra, la que se destina a otro ser humano y que verdaderamente pretende decir algo, no puede aspirar a “derrotar” o “superar” al silencio: no hay nada más elocuente, nada más expresivo que ciertos silencios.
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viernes, 28 de enero de 2011

Un punto de vista biologista

La siguiente es una nota aparecida en el suplemento de ciencia de un diario argentino: "Página 12". Es una entrevista a Alejandro Waiselboim, investigador del  Conicet. El punto de vista acerca del lenguaje es el que sostiene un biólogo, los métodos de estudio y de análisis son subsidiarios a esta mirada. La lectura merece esta advertencia. Pero, ¿no será demasiado estudiar la adquisición del lenguaje en un niño limitándose a la actividad cerebral? ¿Es posible analizar esta apropiación infantil sin tener en cuenta la noción de lengua materna? ¿No sólo el idioma que se habla alrededor y la actividad neuronal que implica sino la encarnación de la lengua en la madre y las funciones parentales que se desarrollan con la estructuración del sujeto? En fin, afortunadamente sobrarán preguntas. 

 Recovecos del lenguaje

Quizá sea cierto que el cerebro sea la última frontera. O no. O quién sabe. Pero aunque no sea la última, es una frontera de millones de neuronas y de sinapsis cuyas funciones hay que adivinar.
Por Leonardo Moledo

–¿En qué trabaja usted? Debo confesarle que ya lo sé, pero es una fórmula casi hecha para empezar estos diálogos.
–Mmm sí, ya lo sé. Lo he visto. Bueno, hace cuatro años que trabajo en neurobiología del lenguaje.
–Lo sabía.
–Lo que tratamos de ver, como objetivo último, son las diferencias que pueden existir a nivel neurobiológico en la adquisición del lenguaje en dos grupos de edades distintos: en adultos y en infantes de hasta cinco años. Cualquier infante puede adquirir lenguaje por mera exposición al medio lingüístico; un adulto no. Si uno traslada a un adulto a China ahora y lo expone al lenguaje para que lo aprenda desde cero, no va a poder. Por lo menos no como lo hace un infante.
–¿Y qué lenguaje aprende un adulto?
–Bueno, cuando un adulto va a aprender un lenguaje, lo aprende recurriendo a enseñanza formal. Lo que tratamos de hacer en el laboratorio, en donde trabajamos en general con adultos, es recrear las condiciones mínimas que vive un infante en el proceso de adquisición de la lengua, pero concentrado en un experimento muy acotado (de 20 minutos aproximadamente).
–¿Y cómo es el diseño experimental?
–Tenemos dos líneas de experimentos que son complementarias. En una sentamos a personas frente a la computadora en un cuarto aislado eléctricamente, para que podamos tomarle un encefalograma. La computadora va mostrando los estímulos y, en los diferentes ensayos, tiene que haber algún tipo de respuesta. En simultáneo tiene puesto el gorro para hacerle la electroencefalografía. Ese registro va a otra computadora, y los tiempos de reacción a los estímulos que uno le presenta quedan registrados en la computadora que les presenta los estímulos.
–¿Y cuáles son los estímulos?
–En los experimentos hay siempre una fase de entrenamiento, que sería una imitación de lo que el aprendizaje en el niño, y luego hay un testeo para verificar si aprendió. En la fase de entrenamiento, en una de las líneas de experimentos, lo que hacemos es presentar en la pantalla de la computadora una serie de 70 u 80 escenas visuales distintas conformadas cada una por dos figuras geométricas. Una está siempre quieta y la otra realiza algún tipo de movimiento. Hay una lista acotada de figuras geométricas que pueden aparecer y de movimientos que pueden hacer. Uno puede llegar a tener 150 combinaciones distintas de escenas. En la parte superior de la pantalla, entonces, aparecen las figuras y mientras tanto el sujeto escucha una descripción de lo que está viendo en un idioma inventado por nosotros. Inventamos las palabras y una sintaxis sencilla. La única consigna que uno tiene que respetar en los experimentos de lenguaje artificial es que suene fonéticamente plausible para la persona. La mayoría de los idiomas latinos tiene un patrón fonético muy claro (en general es consonante, vocal, consonante, vocal). Nosotros respetamos eso. Son palabras cortas, de cuatro o cinco letras, que respetan esta secuencia para que no le suene extraño a la persona. La consigna para la persona es aprender cuáles son las palabras que denota cada una de las figuras geométricas que ve, y cuáles las que denotan cada uno de los movimientos que ve. Tiene que aprender, en este caso, una serie de once palabras. La persona entonces queda sola y ve las 70 u 80 imágenes que le ponemos, y lo único que tiene que hacer en el medio del experimento es contestar alguna pregunta que le aparece escrita en la pantalla (por ejemplo, si determinada palabra apareció en la imagen inmediatamente anterior: el objetivo de esto es simplemente corroborar si estaba prestando atención). Cuando termina este ensayo, aparece una pantalla que le indica que terminó el entrenamiento. Aquí tenemos que comprobar si aprendió. ¿Cómo se hace esto? Muy simple: quedan 80 figuras que, si bien no son las mismas, están formadas por las mismas figuras y los mismos movimientos que ya se le mostraron, sólo que en combinaciones novedosas. Le mostramos esas 80 escenas y va a escuchar simultáneamente a la escena una frase en este idioma inventado que describe o no la escena que está viendo (ésa es la diferencia con el entrenamiento). La mitad de las veces la frase que escucha describe la escena que está viendo y la mitad de las veces no. Y la consigna es que diga si la describe o no.
–Ese es uno de los experimentos. ¿Y el otro?
–En el otro le quitamos la parte de contenido visual, es decir, le quitamos todo lo que correspondería con el significado en el lenguaje. Son prácticamente las mismas palabras que en el otro; hay algunas pocas que son diferentes. Obviamente, los que participan en un experimento no pueden participar en el otro. La consigna es: vos vas a leer o a escuchar una frase en un idioma inventado; la idea es que aprendas cuáles son las reglas combinatorias de estas palabras, es decir, la gramática, la sintaxis. Toda lengua tiene un conjunto de reglas que determina de qué manera se pueden relacionar las palabras para transmitir un mensaje coherente en ese idioma. Nosotros inventamos esas reglas. Se presentan 120 ensayos como entrenamiento y, si bien es mucho más difícil, la gente sigue aprendiendo. Ahora bien, hay dos diferencias con respecto al experimento anterior: en primer lugar, un menor número de personas llega a aprender las reglas gramaticales con respecto a las personas que habían respondido exitosamente en el primer experimento; y, en segundo lugar, el porcentaje de respuestas correctas es menor. Esto es esperable porque la tarea es mucho más difícil: la persona no tiene ningún referente y simplemente tiene que aprender, a través de ejemplos, cómo se combinan las palabras.
–Esa es la parte empírica, que tiene que servir para una parte teórica. Cuénteme esa parte.
–La hipótesis de trabajo fundamental que manejamos nosotros es que hay algún proceso a nivel del desarrollo cerebral que hace que cambie la manera en que se procesan los estímulos lingüísticos durante la adquisición en el infante y en el adulto. En este momento tenemos todos resultados en adultos, pero lo que necesitamos es compararlos con los obtenidos en infantes. Nuestro proyecto es de análisis comparativo entre grupos etarios, para ver si efectivamente los procesos son diferentes. Nosotros tratamos de recrear una situación similar en un adulto a la que vive un infante en el proceso de adquisición del lenguaje para ver si el procesamiento a nivel cerebral en infantes y en adultos es igual. Por ejemplo, si se afectan las mismas áreas del cerebro.
–¿Y eso se ve en el electroencefalograma?
–El electroencefalograma, como todo método, tiene ventajas y desventajas. La gran ventaja que tiene en estudios cerebrales, a diferencia de otros estudios como la resonancia magnética funcional, es la velocidad de adquisición: prácticamente no hay demora entre la señal que uno obtiene y la fuente generadora en las neuronas corticales. La desventaja es que en el fondo uno no está obteniendo una imagen de lo que pasa en el cerebro en sí mismo sino una imagen a nivel de topografía craneana de las consecuencias eléctricas en el cráneo de la actividad de la corteza cerebral (y sólo de ella). Por lo tanto no se obtiene bien la actividad cerebral. Sí hay algoritmos matemáticos que permiten procesar los electros: a partir de este esquema, o esta serie de datos de electros, intento determinar cuáles son las fuentes generadoras a nivel cortical que pudieron haber dado origen a esta señal electroencefalográfica.
–¿Es biyectivo?
–No. Ese es el problema. Si fuera perfectamente confiable, no habría problemas. En la mayoría de los estudios electroencefalográficos en investigación básica no se suele presentar la solución inversa. Se presenta solamente el registro electroencefalográfico, porque no se puede dar por seguro la fuente de la cual salieron.
–No salimos de lo empírico todavía... Usted me decía que se cree que hay una diferencia en el mecanismo de adquisición de lenguaje en niños y en adultos.
–Hay grupos que dicen que hay diferencia y grupos que dicen que no la hay.
–Pero lo que uno observa en la vida cotidiana...
–La observación primordial es que un chico puede aprender una lengua hasta cierta edad de una forma que el adulto no puede. Ahora bien, ¿eso significa que hay distintas áreas involucradas en el adulto y en el infante durante el proceso de adquisición? No necesariamente. Porque además hay una cosa que por el momento es empíricamente irresoluble (y no sé si se podrá resolver): en cualquier estudio de visualización de imágenes cerebrales uno está abarcando áreas de varios milímetros cuadrados. Y ahí hay centenares de miles de neuronas con millones de sinapsis, como mínimo. Entonces por ahí son las mismas áreas las involucradas, pero lo que varía es la arquitectura interna de las redes en esas regiones. Y eso, por el momento, no se puede llegar a mejorar.
–¿Y no estamos ahora en la misma situación que los médicos que no podían hacer disecciones?
–En cierto sentido, sí. ¿Qué es lo que se podría llegar a hacer? Acá creo que la doctora Kochen lo ha llegado a hacer en algún momento. En epilépticos que no responden a medicación a veces es necesario ubicar el foco epiléptico y extirparlo. Para poder ubicarlo con exactitud se le implanta al paciente un grupo de electrodos dentro de la zona donde se sabe que está el foco epiléptico. Se le induce un ataque epiléptico a la persona y, como el foco es siempre el mismo, se detecta dónde se inició el foco epiléptico, se remueve el sistema de electrodos y se opera. En ese caso, a veces, se puede usar a esas personas durante los días en que tienen los electrodos implantados para medir los potenciales cerebrales.
–¿Y cómo aprende el lenguaje el infante?
–Bueno, tampoco es tan claro. ¿Aprende por condicionamiento o trae cosas ya sabidas de manera innata? Esa es una enorme discusión que no está zanjada desde hace 60 años. Desde la publicación de Estructuras sintácticas de Chomsky es una discusión que está sobre el tapete. Lo que él plantea, aun hoy en día, es que las palabras son adquiridas, pero que hay ciertas reglas sintácticas que están presentes en absolutamente todos los idiomas. Esas reglas son pocas. Lo que plantea Chomsky es que esas reglas (como, por ejemplo, la separación entre sujeto y predicado, que está presente en absolutamente todas las lenguas reales) no son adquiridas. Las personas nacen sabiéndolo.
–Parece razonable.
–Sí. El punto es si es cierto. ¿Y cómo podemos llegar a saberlo? Metodológicamente es, diría, imposible.
–¿El hombre es el único animal que tiene lenguaje?
–Si hablamos de lenguaje como lo entendemos, sí. Por lo menos en condiciones naturales. Y eso es otro problema metodológico. Yo trabajé durante ocho años en comunicación con abejas, de quienes se dice habitualmente que manejan un rudimento de lenguaje. Tienen ciertos comportamientos que permiten transmitir información compleja. Pero es “lenguaje”.
–¿Por qué entre comillas?
–Lo que es particular del lenguaje humano es que los signos utilizados (las palabras) no son innatos sino adquiridos a través de la exposición al medio social, que las crea en forma y significado. Cualquier sistema de comunicación animal que no sea el humano usa signos innatos.
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