lunes, 2 de noviembre de 2009

LA METÁFORA Y EL ICEBERG

Metáfora. Hermosa palabra. Ya sea en lo literario, como figura retórica, en sus juegos de similitud de sentido, evocando, como también en sus juegos de selección. Metáfora que surge, como condensación, como tropo, designando por otro nombre en la semejanza. Cuánto muestra y oculta una metáfora. Cuánto muestra y oculta el decir.
“Con un movimiento de la lengua abarco mundos y extensiones de mundos”, dice Walt Whitman en “Hojas de Hierba”.
En la entrada anterior encontramos una metáfora que nos abre un espacio interesante. El periodista compara la lingüística como una casa con diferentes niveles y pregunta por la llave para abrir esta casa. David Crystal amplía el horizonte, pregunta por la calle en que se encuentra esa casa, por el barrio. Nos muestra el lenguaje en una dimensión mayor, la de la lingüística aplicada, la de la lingüística clínica. El espacio del encuentro para los que trabajamos con personas con problemas de lenguaje.
Herman Parret, profesor de Filosofía del Lenguaje y Estética en la Universidad de Lovaina, Bélgica, nos habla metafóricamente del “iceberg enunciativo”. La enunciación como acto irrepetible se nos evidencia sólo en la punta del iceberg, pero en el abismo, en las profundidades, aparece el sujeto que se apropia de lo sensible de la lengua. Así el discurso no puede escapar de un funcionamiento vital, es siempre y en todo lugar una forma de vida.